
Estoy segura de que no es la primera vez que oyes la frase con la que doy título a este artículo. Lo peor de todo es que ni es la única que se utiliza, ni es la última vez que la vas a oír o, peor aún, a utilizar. Dentro del repertorio común de los hogares podemos encontrar otras frases como: “hasta que no te lo termines todo no sales a la calle”, “si no te comes las espinacas no vas a crecer” o “si te lo comes todo, te doy una chocolatina de ésas que te gustan”.
Si le preguntamos a cualquier madre o padre qué es lo mejor que les ha pasado en sus vidas, nos dirán (probablemente) que sus hijos. Esto explica que quieran lo mejor para ellos y muestren cierta preocupación cuando sus hijos manifiestan aversión por ciertos alimentos o cuando dejan comida en el plato. ¿Qué pasa si dejan comida en el plato? Pues, en situaciones normales, no pasa nada. Recomiendo este artículo que profundiza más en el tema.
Las causas por las que las cifras de obesidad infantil son tan elevadas y alarmantes se deben a dos factores principales:
– Mala alimentación. Por un lado, la alimentación infantil (y la adulta) está cargada de productos manufacturados (bollería, dulces, fritos, bebidas azucaradas), y por otro lado carece de productos frescos (frutas, verduras, legumbres, pescado, etc).
– Ausencia de actividad física. Los niños necesitan realizar diariamente al menos una hora de actividad física, bien sea en el parque, o bien practicando algún deporte, por dos motivos fundamentales: por todos los beneficios que conlleva para la salud y para conseguir crear un hábito por el deporte desde pequeño.
Sabiendo esto, ¿vamos a amenazar a nuestros hijos con no visitar el parque porque no han comido aquello que le hemos puesto en el plato? Cuando hablamos de educar a los niños a comer bien hay que recordar 3 acciones que no podemos realizar: OBLIGAR, AMENAZAR o CHANTAJEAR. Te lo explico con algún ejemplo:
Cuando le decimos a nuestros hijos “te lo tienes que comer todo para hacerte grande”, o le hacemos el avión, estamos obligándolo a comer algo que, a lo mejor no le gusta o ese día no le apetece, además de estar engañándole, porque seguramente su crecimiento no dependa exclusivamente de que se coma o no ese plato.
Cuando le decimos frases como “como no te comas todo el plato no vas al parque” o “se lo voy a decir a tu profesora/papá”, o si no te lo comes, mamá se enfada», ¿no suena a amenaza? ¿Con esta estrategia queremos educar a nuestros hijos a que coman ciertos alimentos? ¿Estamos poniendo una etiqueta de “malo” a la profesora o al padre, que vendrá a reñirle por no dejar el plato limpio? ¿Estamos jugando con los sentimientos de nuestros hijos? ¿Y si no le gusta? ¿Y si hoy no le apetece comer carne? ¿Se tiene que quedar, por ello, sin actividad física?
O cuando le decimos “si te comes todo, te doy una chocolatina” ¿no es eso un chantaje? Además en este caso, podemos estar incitando al niño a que coma más de lo que necesita (o le apetece) sólo por el hecho de que luego tendrá su ansiada chocolatina, es decir que encima que se lo come todo, no tenemos otra idea que premiarlo con más calorías y muy posiblemente azucaradas, que de esto ya hablaremos otro día. En caso de querer premiar (nunca chantajear) a tu hijo por algo que ha hecho bien, lo cual refuerza la actitud positiva, ¿por qué no lo hacemos con un plátano, o una manzana, o con jugar a lo que le gusta?
Si un niño no quiere comer un día o no le apetece ingerir cierto alimento concreto, no le va a pasar nada. Hoy día, en los países del primer mundo los niños están “súpernutridos”, y no debería causarnos preocupación, siempre que sea algo puntual. Los niños, al igual que nos pasa a todos, tienen más apetito unos días y otros días tienen menos, o tienen más apetencia por algunos platos que por otros en función del momento, y suelen disfrutan más con algunos manjares. Habrá alimentos o texturas que no serán de su agrado y habrá otras que las demanden más. Ellos saben qué, cuándo y cuánto necesitan, y lo pedirán.
Hay una norma que resulta coherente y eficaz: el sentido común. Si tu hijo hoy no ha comido pregúntate: ¿Tiene fiebre? No, ¿Está decaído, triste o preocupado? No, ¿Está saltando como de costumbre? Sí. Pues entonces, su falta de apetito se debe a alguno de los casos que anteriormente hemos comentado, y no es ninguna situación patológica. No le niegues el parque.
El parque tiene multitud de beneficios:
– Aumenta el gasto energético y abre el apetito.
– Mejora el sistema cardiovascular
– Previene la aparición de diabetes tipo II
– Favorece el desarrollo muscular y psicomotriz
– Promueve la liberación de hormonas: endorfinas y dopamina, que activan las sensaciones de placer y euforia, y adrenalina que favorece el posterior descanso.
– Fomenta la independencia, los patrones de sociabilización, el aprendizaje de normas cívicas, el interés por la actividad física, la creatividad, la superación y un largo etcétera que sin duda beneficia la salud física y mental.
Entonces, ¿sabes qué tienes que hacer cuando tus hijos no quieran comer? Llevarlos al parque!
«Disfruta de la vida, o al menos come bien»
Si te ha gustado este artículo, también puede interesarte:
Niños, ¿son en parte Súpercatadores?
Cuando la hora de la cena es una fiesta
Si traían un pan bajo el brazo, hazles un bocadillo
También recomiendo la lectura de los libros: Mi niño no me come (Carlos González) y Se me hace bola (Julio Basalto).