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Cuando la hora de la cena es una fiesta

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Son muchos los padres que llegan a la consulta con una misma preocupación, “mi hijo come muy poco” o “a mi hijo no le gustan las verduras”.

Mi respuesta ante estas inquietudes de los padres es siempre la misma: ¿ha perdido peso? (cuando me refiero a la pérdida de peso me refiero a una pérdida considerable y continua que pueda suponer un problema de salud) o ésta que me gusta mucho como ¿qué hizo su hijo ayer? A la primera pregunta, la respuesta es NO y a la segunda, por lo general, suelen contar que el niño ha estado en el colegio donde, por supuesto, ha desayunado y almorzado sin ocasionar problema, después ha asistido a las actividades extraescolares y ha terminado jugando en el parque con su correspondiente merienda. Pero llega la hora de la cena y el niño no come y los fines de semana tampoco. Da la casualidad que come menos cuando está con los padres…

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Cuando un niño es selectivo a la hora de comer o “da problemas” (llamemos problema a que no se ha comido la cena) tiene, en la mayoría de los casos, un pretexto: llamar la atención.

Si analizamos el día a día del menor, vemos que ha desayunado y almorzado en el colegio como el resto de los compañeros y ha tomado su merienda como es habitual. ¿Cuál es el problema de alimentación entonces? Ninguno. El problema no es de alimentación sino de atención y/o dedicación.

Todos los estudios y tendencias en materia de educación, en la actualidad, van enfocados hacia el aprendizaje a través del juego y, la alimentación no puede ser una rama olvidada sino que debe seguir la misma línea. No podemos pretender que nuestro hijo aprenda matemáticas a través del juego pero que aprenda a alimentarse a través de la obligación y la amenaza.

¿Y si la hora de la cena o de las comidas los fines de semana fueran una fiesta?

Vemos la hora del baño como un momento de relajación y conexión entre el niño y los padres, pero se nos olvida esta conexión cuando nos sentamos a la mesa. ¿Por qué? La mesa, ese momento del día en que la familia se reúne para desayunar, comer o cenar no deja de ser un momento de disfrute, de compartir y de comunicarnos. ¿Cómo lo hacemos? El niño necesita atención también a la hora de comer y lo vamos a conseguir.

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A continuación os damos una serie de pautas que pueden ayudar a mejorar estos desajustes:

  1. La hora de la cena se debe hacer en familia. Todos juntos y con un tema de conversación en el que puedan participar todos los miembros, de una forma u otra. En ningún momento hay amenazas o peleas, y mucho menos por la comida.
  2. La hora de la cena es un acto social íntimo, por lo que sobran móviles, tablets, televisión o cualquier otro aparato tecnológico que provoque la disrupción familiar.
  3. La hora de la cena no empieza cuando nos sentamos en la mesa, empieza con la participación de los niños en la preparación de la comida, incluso en la compra y en la decisión de los alimentos a tomar.
  4. La hora de la cena es un gran momento para preguntar al niño qué ha aprendido o qué es lo mejor que le ha pasado en el día. No se le distrae, ni se le observa ni controla cuánto está comiendo.
  5. La hora de la cena es para comer los alimentos que se han dispuesto en la mesa. No se le premia cuando come normal, no se le dan alimentos innecesarios cuando no come. Para nuestra tranquilidad sólo debemos recordar cómo saltaba en el parque esa tarde.
  6. La hora de la cena puede ser una excusa para jugar, ¿y por qué no con la comida? Idear distintas formas de comerse una sopa o un plátano puede crear momentos divertidos, además de desarrollar la creatividad de los peques de la casa.
  7. La hora de la cena tiene que ser un momento de bienestar y NUNCA, y lo escribo en mayúsculas, NUNCA OBLIGAR. Nadie mejor que el niño sabe cuánto tiene que comer. Hágale más caso a su hijo que a su pediatra.
  8. La hora de la cena puede ser una gran oportunidad para enseñar hábitos de vida saludables. Siempre deben abundar en la mesa frutas y verduras. Preocúpese más porque haya variedad que cantidad.
  9. La hora de la cena es un tiempo para la libertad. Si el niño quiere comer más, comerá más y si quiere comer menos, comerá menos, y no pasa nada. Igual que no le metió a su hijo aire con un fuelle la primera vez que tuvo que respirar al nacer y él lo hizo solo, no le meta la cuchara llena cada vez que abra la boca.
  10. La hora de la cena es… la hora de disfrutar.

Hagamos que los niños participen y se diviertan, que el acto de comer se convierta en un momento donde el niño disfrute, como si de un parque se tratase. Ellos nos lo agradecerán.

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