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Los menús infantiles de las BBCs (bodas, bautizos, comuniones)

Hace unos días tuve la suerte (y el calor, ya que no bajamos de los 40º C, o eso me pareció a mí) de asistir al bautizo del hijo de una amiga. No vamos a entrar en detalles sobre la ceremonia (en la que por cierto, el bebé no lloró), pues no viene al caso. El tema que nos incumbe tuvo lugar en el restaurante donde se celebró el acontecimiento.

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No suelo ir, al menos de momento, a muchos bautizos ni comuniones, aunque sí he asistido a alguna que otra boda (demasiadas, para mi gusto). Sin embargo, sólo desde hace dos años en lugar de dos invitados somos tres, pues suele acompañarnos nuestra hija. Cuando tomaba pecho, no había ningún problema con tener que pedirle un menú infantil. En esta ocasión, por primera vez nos hicieron la pregunta: “Para la niña, ¿qué ponemos: filete empanado o hamburguesa?” Yo, que suelo ser indecisa por naturaleza, me lancé a la hamburguesa pensando que así evitaba el empanado y el frito (aunque la decisión no era fácil…). En cualquier caso, pensé “¿Y porqué no puede comer de lo mismo que nosotros, como hace en casa?”. Pero bueno, dada mi falta de experiencia en bautizos, preferí no hacer ningún comentario al respecto y acatar las normas de protocolo establecidas. Cuando nos sentamos a la mesa, y debido a que la niña estaba dormida, dejaron en stand by el menú infantil, y empezaron a traernos la comida a los mayores. De entrantes: ensalada con queso de cabra, croquetas caseras de cocido (o puchero, como se dice en Andalucía) y bacalao dorado. En mitad de los entrantes, Nora comenzó a estirar los brazos y abrir los ojos, y finalmente se sentó en su silla (que hasta el momento estaba libre). Como he dicho anteriormente, ella come de todo (lo mismo que comamos nosotros) desde hace bastante tiempo. Así que cuando vio el festín que había, se animó rápidamente y empezó a probar de todo: ensalada, croquetas y bacalao. “Más, más”, decía cuando se le terminaba lo que le ponía en el plato. Al finalizar los entrantes, trajeron los platos principales (madre mía, yo ya estaba casi llena): salmorejo y solomillo con patatas al horno. En ese momento, la camarera me preguntó si traía ya la comida de la niña, y le dije que sí. Mi salmorejo fue devorado por mi pequeña (le pasa como a mí, le encanta), y sólo me dejó rebañar el plato con un poco de pan.

En ese momento llegó su comida. No me podía creer lo que estaba viendo. Un plato de patatas chips, un plato de mini-croquetas CONGELADAS y una hamburguesa (con su pan y todo), que ni yo podría comerme, acompañada de una cantidad indecente de patatas fritas que se salían del plato. Lo primero que se me vino a la cabeza fue “si a nosotros nos ponen croquetas caseras, ¿no podrían haber hecho croquetas pequeñitas con la misma masa?”. Me pareció tan absurdo que no daba crédito. Resultó que el menú de adultos era mucho más apetecible para mi hija (de lo saludable ya ni hablamos) que el menú infantil. Y si no, que le pregunten a ella…

 

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Por supuesto, de su plato apenas probó bocado. Y es que, si yo hubiera podido elegir, también me hubiera decantado por el delicioso menú de los mayores. ¿Será que Nora se quiere hacer la mayor o simplemente que quiere comer bien?

«Disfruta de la vida, o al menos, come bien»

 

 

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