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¿Y si te digo que es mejor “permitirse” que “prohibirse”?

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Sí, la cara de espanto después de leer el titulo puedo entenderla; pero déjame que te cuente la razón para hacerte esta recomendación.

Antes de empezar aclararemos algunos conceptos básicos:

Todos podemos prescindir de algunos productos, no alimentos, sino PRODUCTOS que se encuentran en supermercados o tiendas de alimentación, lo que no significa que sean alimentos. Pero no podemos prescindir de ALIMENTARNOS, puesto que es necesario para nuestra salud y supervivencia. Comer, hay que comer.

Prescindir de un ALIMENTO que nos gusta (sin razón justificada), carece de sentido. Es un alimento, no es veneno; y no vas a pasarte la vida prescindiendo de ello ¿verdad?. (No te enojes aún conmigo…déjame que te explique). No debemos prescindir de relacionarnos SOCIALMENTE, puesto que es bueno para nuestra salud psicológica.

Estamos hablando de casos de comer emocional, trastorno por atracón, presencia de atracones (sin cumplir criterios de trastorno por atracón) y sobre todo PREVENCIÓN de todos ellos.

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Comencemos, y para ello nos vamos a centrar de forma exclusiva en las palabras PERMITIR y PROHIBIR.

Prohibir un ALIMENTO (o PRODUCTO) sin justificación (es decir, sin que haya razones evidenciadas fisiológicamente que hacen que por un tiempo determinado los alimentos se restrinjan) cuando no existen razones para ello, más que la rápida pérdida de peso,  provoca un mayor riesgo de que las consecuencias negativas a largo plazo sean mucho peores que los beneficios obtenidos. Prohibir un alimento ocasiona unos cambios determinados a nivel psicológico que desembocan en sentimientos negativos. Veamos un ejemplo:

             Marta tiene prohibido tomar pasta, tartas, postres y pan. Podemos identificar dos vías para esta prohibición:

1)      Prohibición ocasionada por ella misma debido a lecturas de información errónea y dañina, a la sociedad, etc.

2)      Mal enfoque realizado por algún “profesional” o pseudoprofesional.

Sea como sea, Marta tiene PROHIBIDO ingerir dichos productos. Lleva dos semanas con su “dieta” y cada vez tiene más ganas de comerse un plato de pasta o de probar esta tarta casera que en casa han realizado. Sin embargo, hasta ahora se ha resistido porque se considera “fuerte” y tiene muy claros sus “objetivos”.

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Imagínate por un momento qué ocurrirá cuando hayan pasado 3 semanas, y 4, y 2 meses…. La apetencia por esos productos prohibidos aumentará considerablemente con el tiempo, lo cual puede ocasionar ciertos efectos:

  1. Un aumento del deseo e importancia hacia dicho producto que, de forma directa, significará un aumento en la cantidad que se coma el día que se rompa la prohibición.
  2. Un aumento de la ansiedad hacia dichas sustancias, que causará una mayor rapidez a la hora de tomarlo y por tanto menor sensación de saciedad, por lo que al final se tomará más cantidad de alimento.
  3. Crear una asociación directa entre el producto prohibido y la sensación de recompensa y/o liberación (“hoy me lo merezco por haberme restringido todo este tiempo…”), lo que conlleva a una mayor apetencia por ese tipo de productos cada vez que nuestro cerebro necesite ser recompensado emocionalmente por algo.
  4. Tener esos productos como prohibidos hace que se les dé mayor importancia, lo que provoca un aumento de pensamientos relacionados con ellos y por tanto nuestra atención está más orientada hacia esas sustancias de lo que lo estaría si no se hubieran prohibido.
  5. Un posible atracón. Estamos hablando de un producto alimentario prohibido, por lo que la mente interpreta que “si un día lo tomo, es un caso excepcional, algo que no se volverá a repetir en mucho tiempo aunque me apetezca”. Por tanto, y como dice el refrán popular “de perdidos… pues al río”, se tomará una cantidad excesiva y de forma compulsiva, generando sentimientos de fracaso y debilidad a posteriori.
  6. El sentimiento de culpabilidad generado cuando se toma algún producto alimentario prohibido genera un círculo del que es complicado salir, pues a la culpa posterior a comer el alimento prohibido le sigue una nueva prohibición, que probablemente desemboque en un nuevo atracón o ingesta descontrolada, sentimiento de culpa y fracaso,… y así se entra en el círculo.

Ahora le toca el turno a PERMITIR Si Marta decide permitirse esos alimentos, está adquiriendo una responsabilidad con ella misma y por tanto asumiendo un CONTROL INTERNO en sus pautas saludables de alimentación. Es mucho más difícil, a veces, permitirse que prohibirse; puesto que permitir supone tener una serie de compromisos:

  1. Controlar la cantidad de alimentos permitidos, sin que haya un abuso.
  2. Tener clara la diferencia entre hambre real y hambre emocional y no utilizar la comida para calmar un componente psicológico o emocional.
  3. Aprender a sentir e identificar las sensaciones de saciedad.
  4. Conocer y aprender diferentes opciones saludables con las que tomar dichos alimentos.

Además, ser capaz de adquirir estos compromisos genera beneficios a largo plazo:

Control interno en la toma de decisiones.
– Dar la importancia que tiene a cada alimento, sin sobrevalorar ninguno en concreto, y con la perspectiva adecuada. Ningún alimento es imprescindible (excepto la leche materna).
Disminución del deseo y la ansiedad.
Responsabilidad y bienestar interno, evitando los sentimientos de culpa y excusa.
Mayor motivación en la consecución de los objetivos.
– Capacidad de identificar y gestionar situaciones emocionalmente estresantes que pueden afectar los patrones alimentarios.
– Habilidad para crear opciones saludables con diferentes productos o alimentos.

En definitiva, se trata de enseñar y aprender a gestionar nuestras emociones.

Si prohibimos, no educamos; simplemente tapamos el problema sin encontrarle una solución a largo plazo. Es cierto que en muchas ocasiones es necesario realizar modificaciones alimentarias en un primer momento, lo cual no requiere de una prohibición propiamente dicha, sino de un aprendizaje de cuáles son los alimentos que deben formar parte de nuestra dieta habitual y qué productos no son saludables ni necesarios, así como los efectos de cada uno sobre nuestro organismo (tanto física como psicológicamente). Lo más importante es ofrecer herramientas a la persona para que sea quien tenga el control sobre su alimentación, sus emociones y su salud.

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Y recuerda, TÚ eres tu mejor herramienta.

Cristina Andrades

 

5 comentarios en “¿Y si te digo que es mejor “permitirse” que “prohibirse”?

  1. Me encanta este artículo, publicación, entrada o como se le quiera llamar, Cristina gracias por compartirlo, un abrazito con mucho cariño!!

    1. Gracias a ti por leerlo y por tus palabras 🙂

      Un saludo, Cristina

  2. Bastante interesante, muchas gracias.

    1. Gracias a ti, Cristina

  3. gracias por compartir!muy buen post. y cómo aplicarias esto con un niño de 12 años? se nos hace difícil saber dónde está el límite de no prohibirle, y si es necesario decirle que no para que no se lo coma todo sin que parezca una restricción.

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